Publicado Lunes, 23-03-09 a las
06:07
Apenas recuerda el español y lleva el tradicional pañuelo musulmán
en la cabeza. Sara, la niña de diez años que llevaba tres secuestrada por su
padre en Irak aterrizó ayer en Madrid después de un largo y arduo proceso de
negociaciones. El drama comenzó tras la separación de sus padres, cuando la
menor fue llevada hasta Basora por su progenitor con la excusa de que se la
llevaba a su país natal para que conociera a la familia paterna «porque le hacía
mucha ilusión».
En ese mismo instante empezó el calvario de la madre, la madrileña
Leticia Moracho. Ahora no cabe en sí de felicidad. El pañuelo es lo de menos.
«Yo no la voy a decir que se lo quite, no quiero agredirla psicológicamente, y
si no se lo quiere quitar tampoco me importa», explicó. Porque para ella, tener
a su pequeña aquí más que un triunfo, «un milagro». Se observan. Moracho explica
que la niña le mira y le sonríe. «Poco a poco va desplegando las alas. Supongo
que allí le habrán dicho de todo sobre su madre, que no es musulmana, que come
cerdo, que es una infiel, que bebe cerveza...».
A Leticia ahora poco o nada le importa. Después de haberse paseado
por platós de televisión en busca de ayuda, de haberse fumado hasta tres
paquetes diarios, de haber esperado miles de horas en los recibidores de los
hoteles, e incluso de haber contratado a un sicario para que solucionase su
problema que le estafó cerca de 40.000 euros, ahora es feliz junto a su pequeña.
Sólo le preocupa la salud mental y física de Sara. Por eso ayer
explicaba a los medios que la recibieron en Barajas que es probable que la menor
vea a un psicólogo y que lo primero que hará es someterla a un «chequeo médico»,
ya que es consciente de que le faltan varias vacunas.
Atrás quedan aquellas conversaciones telefónicas mantenidas durante
los primeros meses de secuestro en que la niña le decía a su madre: «mamá, no
vengas, que aquí hay muchas moscas y está muy sucio». Al escucharla, dice la
madre, su corazón se rompía. «Me la imaginaba con el pañuelo, no sabía si podía
beber agua potable, si tenía luz... la familia de mi marido era muy humilde,
chií, como la mayoría en Basora». «Allí conciertan los matrimonios a los nueve
años. ¿Se imagina?», relataba a ABC hace ya más de dos años.
Cultura y ley diferentes
El caso de Sara, como el de otros muchos niños con doble
nacionalidad y padres separados que no se ponen de acuerdo, no tenía buen
pronóstico. País musulmán, en permanente conflicto, asunto sin resolución... La
cultura y la ley de estos países apoyan la decisión de los esposos y de su
familia, y en el mundo occidental estos casos son vistos como un rapto salvaje y
cruel.
Moracho ha pasado por un auténtico calvario hasta tener a la niña
consigo, y en muchas ocasiones se ha encontrado muy sola. Finalmente ha podido
recuperar a su hija gracias al embajador de España en Irak, ya que la menor no
tenía pasaporte y el embajador logró proporcionarle un salvoconducto.
Durante el viaje hasta Basora permanecieron escoltados «en todo
momento» por las fuerzas de seguridad. Viajaron en helicóptero del ejército
británico, e incluso les alertaron de que podían ser tiroteados, explica Ep.
Leticia viajó hasta Bagdad, donde pudo probar frente a un juez la falsedad del
acta matrimonial en la que el padre se apoyaba para conseguir la custodia de su
hija. «Cuando lo demostramos detuvieron al padre de la niña y entonces empezaron
las negociaciones con la familia de él», explicó el portavoz de la familia,
Javier Ángel Preciado.